dissabte, 5 de setembre del 2009

DECÀLEG AUGUSTO MONTERROSO



DECÁLOGO DEL ESCRITOR
AUGUSTO MONTERROSO

Primero.
Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe
siempre.

Segundo.
No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como
hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual
sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre
hace justicia.

Tercero.
En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: "En
literatura no hay nada escrito".

Cuarto.
Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con
una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamas
escribas nada con cincuenta palabras.

Quinto.
Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista,
como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que
lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de
noche.

Sexto.
Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la
pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a
todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida
tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.

Séptimo.
No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes,
tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre
inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus
amigos se entristezcan.

Octavo.
Fórmate un público inteligente, que se consigue más
entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la
comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos
únicas fuentes.

Noveno.
Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda,
cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera
sabiduría que puede acompañar a un escritor.

Décimo.
Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el
fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando
procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que
ser más inteligente que él.

Undécimo.
No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor
que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no
intentarías meterte en este oficio.

Duodécimo.
Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores
tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un
número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes
cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratara de
tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el
supermercado.

El autor da la opción al escritor, de descartar dos de estos
enunciados, y quedarse con los restantes diez.